Blancas, bellas, pensativas,
como vírgenes que evocan en su rostro
los matices delicados de la aurora,
como amigas impecables,
de divinas dulces bocas,
que esperaban suspirando
las caricias de otra boca.
Tal brotaban bajo un àrbol
de presencia ensoñadora,
las cabezas pensativas de las rosas.
Y pensé que me miraban como a extraño,
sorprendidas de encontrarme junto a ellas
con la faz contemplativa.
Hasta oí los cuchicheos
de sus bocas peregrinas,
que lanzando sus protestas,
de perfume me aturdían.
Como alegres colegialas
parloteras y agresivas,
yo le dije:
Rosas bellas, rosas puras, rosas mías
un hermano soy que viene de muy lejos,
tras la vida voy dejando mis nostalgias
como flores enfermizas,
y aunque he sido franco y bueno,
solo traigo las espinas que clavaron en mis manos
otras manos enemigas.
Sed vosotras las amables,
alegrías de mi vida,
sed vosotras mis hermanas,
sed vosotras mis amigas.
Y las rosas que sondearon las verdades de mi pena
me miraron como amigo,
y dijeron que en la tierra compasiva para todos,
para todos noble y buena,
muchos son los que han caído con la cruz de sus ideal,
y me hablaron de los sueños de las rosas
de su amor, de su pureza,
que ellas aman como aman en el cielo las estrellas...
Autor: Osmundo Arriola
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